El Acorazado Potemkin: ¿Arte o propaganda?

El acorazado Potemkin es la película que hizo a Eisenstein mundialmente famoso en su día y la que ha hecho que hoy sea considerado uno de los mejores directores de la historia del cine, y esta una de las mejores películas jamás rodadas. Los avances sobre el montaje que esta aporta serán un pilar que sustente el cine tal como lo conocemos hoy y en que se apoyarán todos los grandes directores desde la fecha de su estreno en adelante. Han corrido ríos de tinta en torno a esta película convirtiéndose seguramente en la película sobre la que más se ha escrito.

El guión de la película de Nina Agadzhanova-Shutko fue escrito en ocho episodios que relataban el intento de revolución fallido de 1905. Al ir a rodar el primer capítulo en Leningrado sobre la Huelga General se encontraron con la imposibilidad de hacerlo debido a las malas condiciones climatológicas. Se trasladaron entonces a Odessa a realizar el siguiente capítulo, el dedicado al motín que se produjo en el acorazado Potemkin. Fue entonces cuando Eisenstein decidió abandonar el proyecto inicial a de los ocho capítulos de 1905 y centrarse exclusivamente en lo acontecido en torno a ese motín.

Para alcanzar el mayor grado de realismo buscó a los supervivientes de la masacre e incluso localizó los dibujos de un francés que había sido testigo presencial de la misma. Rescribió el guión y realizó diversos títulos para dirigir la acción.
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Un relato histórico

La película está basada en hechos reales, los cuales acontecieron en el puerto de Odessa durante la semana del 26 de junio de 1905.

La historia que desembocó en este episodio de la revolución se produjo en el propio acorazado Potemkin, varado en la costa de Odessa. Los tripulantes del acorazado están hartos del mal trato que reciben por parte de sus superiores. La gota que colma el vaso se puede apreciar en este fotograma tomado de la película. Los marineros son obligados a tomar carne podrida, con gusanos. Los marineros deciden no seguir aguantando estas vejaciones y deciden sublevarse.

En el amotinamiento los oficiales de rango superior son destronados, pero también caen varios marineros, entre ellos el que lideraba la revolución, Vakulinchuk, asesinado por un oficial. El acorazado se dirige al puerto de Odessa donde acude una multitud de gente a contemplar y comprobar que es lo que a pasado. Así como a rendir homenaje a los marineros muertos y a prestarles su apoyo.

Ante ese conato de rebelión el zar reacciona enviando al ejército zarista a acabar con los sublevados y a disolver a la multitud. El ejército carga contra la gente disparando contra el pueblo que corre desarmado y aterrorizado, provocando una auténtica masacre, entre otros lugares, en las famosas escaleras.

Una estructura singular

La cinta está compuesta por cinco episodios; Hombres y gusanos (Люди и черви), Drama en el Golfo Tendra (Драма на тендре), El muerto clama (Мёртвый взывает), La escalera de Odessa (Одесская лестница), y Encuentro con la escuadra {Встреча с эскадрой).

En la recién nacida Unión Soviética, bajo la consigna de Lenin, según la cual el cine era el arma más poderosa para hacer propaganda de los ideales revolucionarios, los directores soviéticos investigaron la capacidad expresiva de un arte que permitiera llegar de una manera directa al público, que en el enorme territorio de la URSS era en su mayor parte analfabeto.

La película data de 1925, veinte años después del intento de revolución fallido de 1905, y es precisamente eso lo que pretende conmemorar. La verdadera revolución había triunfado hacía ya casi diez años y esta era una buena manera de reflotar y avivar los sentimientos que llevaron a esa revolución y que son los mismos que la tenían que mantener viva. Es por tanto un elemento propagandístico importante que nadie pone en duda.

El montaje de atracciones que realiza Eisenstein es un impulso a la película como arma propagandística. Ese montaje es capaz de crear emociones en el espectador, y es el director el que controla las emociones que suscita en ellos.

Ni que decir tiene que la cinta intenta no parecer un panfleto propagandístico de la política comunista ni de la propia revolución. Es camuflada bajo un estilo de documental apoyado por una serie de características que veremos más adelante.

Como si de una obra clásica se tratara, los protagonistas y antagonistas están perfectamente definidos en la obra. Los buenos son muy buenos y los malos muy malos, para que no haya ninguna duda.

En cuanto a las características a las que nos referíamos anteriormente que le dotan de un mayor realismo y la acercan a la estética de un documental son, por ejemplo, la utilización de actores no profesionales, gente del pueblo que se representa a sí misma como colectivo. Se nota en los rostros de los mismos su realidad diaria de duro trabajo en el campo. Esto mismo fue tomado por otros autores posteriores como Rosellini, gran representante del realismo.

Otra característica es el rodaje en exteriores, y más aún teniendo en cuenta que son los mismos exteriores en los que se desarrollaron los acontecimientos en 1905. Incluso Eisenstein pretendió rodar en el propio acorazado original, pero se encontró con que ya había desaparecido y tuvo que rodar en uno muy similar. Una vez que el cine había logrado salir a grabar en exteriores con la aparición del sonido tuvo que volver a los estudios donde se podía controlar mejor, y no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial, con el neorrealismo italiano, que los directores volvieron a salir de los estudios.

Uno de estos escenarios que coincidía con el originario era la escalera de Odessa en la que se produce la masacre por parte de los soldados zaristas convirtiéndose en la escena más representativa de la película y en una de las más brillantes jamás rodada. Como máximo emblema de esta destaca la mujer que corre con el carrito de bebé y es abatida por los disparos de las fuerzas zaristas dejando caer el cochecito escaleras abajo. Esta escena ha sido copiada en clave de homenaje por grandes directores en otros clásicos de la historia del cine como Los intocables de Eliot Ness de Brian de Palma y El padrino de Francis Ford Coppola. También ha sido parodiada en otras ocasiones como en Bananas de Woody Allen. Lo que está claro es la grandísima influencia de esta escena y de la obra en general en el s.XX.

Un montaje que rompe con lo establecido
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El montaje de la cinta fue completamente innovador como hemos dicho destacando, a parte del sentido estético y psicológico de su sucesión, el gran número de ellos. La cinta se compone de 1290 planos de los cuales 170 pertenecen a la escena de la escalera de Odessa que hemos comentado arriba. Con estos 170 planos se creo en templo especial que hace que una hecho que no duraría mucho más de un minuto se convirtiera en una secuencia de más de seis.

En esos 1290 planos los movimientos de la cámara son realmente escasos, exceptuando algún travelling, ya que el director no los consideraba necesarios. El movimiento a la acción se lo otorga a través del montaje y la propia acción que se está desarrollando.

Desde que Griffith estableció la escala de planos no había habido un avance tan grande en cuanto al montaje. Eisenstein utilizó nuevas angulaciones de la cámara introduciendo alguna inclinación que daba una visión diferente, todo con un sentido en busca de crear emociones.

Destaca a su vez la cuidadísima fotografía de la que se encarga Edward Tisse. Quien colaborará con Eisenstein a lo largo de toda su carrera y que también ha conseguido hacerse con un hueco entre los grandes profesionales del cine.
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El cine al servicio de la Revolución

Como hemos visto en esta cinta se mezclan la propaganda y el arte. No se puede aseverar que pertenezca a una categoría o a otra. Nadie puede negar el carácter propagandístico basado principalmente en el motivo por el cual se le encarga a Eisenstein la obra, pero también por la forma que tiene Eisenstein de montar creando el montaje psicológico.

Otro elemento que se repite a lo largo de la obra de este director y que también es una muestra de los valores que transmite la revolución soviética es el hecho de que el protagonista de sus películas no es un personaje individual sino la masa. Es un personaje colectivo que muestra la fuerza del pueblo unido y su personalidad como un único cuerpo.

Y esta no es la única obra sometida a la cuestión de su uso propagandístico, ni mucho menos. La propaganda política es uno de los pilares de los regímenes dictatoriales y autoritarios, ya hemos comentado que tanto Lenin como Stalin le daban una gran importancia al cine como medio de propaganda ya que era capaz de llegar a la mayor parte de la población que era analfabeta. En este sentido destacaríamos también la obra El triunfo de la voluntad (1935), de Leni Riefenstahl, en la que se ensalza el nazismo. También, por cercana, la propia censura que sufrió España durante la dictadura franquista en la que no sólo las que eran contrarias al régimen o a sus valores no se podían estrenar ni tan siquiera llevar a cabo, sino que en las que si llegaban a buen puerto reforzaban esos mismos valores.

Lo que tampoco puede discutir nadie es el valor artístico de esta obra y de este director. Muestra de ello es la gran influencia que a ejercido sobre directores posteriores de la que ya hemos comentado algo, los cuales están lejos de buscar los objetivos propagandísticos que buscaba la obra original de Eisenstein. Su gran aportación en el montaje y su excelente estética son dignas de remarcar y las culpables de que esta cinta sea considerada si no como la mejor película de la historia, como una de las mejores por todos los críticos y profesionales del medio.
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El mejor cine brasileño desembarca en Madrid

La capital acoge, del 1 al 5 de diciembre, el II Cine Fest Brasil-Madrid. Serán un total de diez largometrajes estrenados recientemente y con gran éxito en Brasil, los que se puedan ver en este ciclo. La Fundación Infinito es la responsable de este circuito en que se pretende “afianzar el intercambio cultural y de mercado entre los dos países”.

Este festival llega a Madrid por segunda vez tras el éxito de su primera edición en mayo de este mismo año. En aquella ocasión se presentaron en la Casa de América cuatro largometrajes inéditos en España. En esta, es en el Círculo de Bellas Artes donde podremos disfrutar de diez films de reciente producción en Brasil.

Madrid es una parada más de esta muestra con gran proyección internacional, ya que la misma ha pasado ya por ciudades como Buenos Aires, Roma, Nueva York y Londres y dentro de poco visitará Barcelona. De hecho, Madrid es una localización reciente en este circuito, ya que en ciudades como Miami van por la duodécima edición.

Cabe destacar la proyección de El narrador de historias del director Luiz Villaça, protagonizada por Maria Medeiros, y Última parada, 174 del director y productor Bruno Barreto. El resto de películas que podremos ver serán: Mujer invisible, de Cláudio Torres; Maré, nuestra historia de amor, de Lúcia Murat; Si nada más sale bien, de José Eduardo Belmonte; Verônica, de Maurício Farias; Diván, de José Alvarenga Jr. y Romance, de Guel Arraes, además de los documentales El hombre que embotellaba nubes, de Lírio Ferreira (que cuenta con la participación de David Byrne y Caetano Veloso), y Fumando espero, de Adriana L. Dutra.

La programación incluye debates abiertos tras las proyecciones, en los que los espectadores tendrán la oportunidad de preguntar y discutir con los directores y demás responsables de las obras para poder así tener un mayor conocimiento de las obras exhibidas

El premio Lente de Cristal al mejor largometraje será otorgado por el propio público asistente al festival, y se entregará el próximo sábado día 5 en la ceremonia de clausura. Después harán las maletas para continuar su camino en los Cines Verdi de Barcelona del 11 al 17 de este mismo mes.

Comienza el II Festival de Cine Italiano de Madrid

El Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes de Madrid presenta la segunda edición de este festival que tendrá lugar del 23 y el 30 de noviembre. La muestra contempla 31 títulos (once largometrajes, diez cortometrajes y diez documentales) de reciente estreno o aún no estrenados en Italia y que han participado en festivales internacionales como el Festival de Cannes, el Festival de Locarno, el Festival Internacional de Toronto y el Festival de Roma.

Tras el éxito cosechado por la primera edición el año pasado, en el que pudimos ver obras como Gomorra de Matteo Garrone o Il resto della notte de Francesco Munzi, el Círculo de Bellas Artes vuelve a acoger este festival que recoge una muestra del mejor cine italiano contemporáneo, convirtiendo a Madrid en una referencia para su cine.

Los largometrajes participantes son: L'uomo che verrà, de Giorgio Diritti; Giulia non esce la sera, de Guiseppe Piccioni; La doppia ora, de Guiseppe Capotondi; Vincere, de Marco Bellocchio; Il compleanno, de Marco Filiberti; Lo spazio Bianco, de Francesca Comencini; Cosmonauta, de Susanna Nicchiarelli; Alza la testa, de Alessandro Angelini; Il grande sogno, de Michele Placido y Oggi sposi, de Luca Lucini. A estos hay que añadir el preestreno de Baaria, del gran Guiseppe Tornatore, que se proyectará como colofón tras la entrega de premios.

Los críticos de cine Gianni Canova y Mauricio Di Rienzo ha sido los encargados de seleccionar, respectivamente, los documentales y cortometrajes que entrarán a concurso en los que, según ellos mismos, “la técnica narrativa y la originalidad dan a estos géneros cinematográficos un sentido de equilibrio entre tradición a la italiana y mirada contemporánea”.

El II Festival de Cine Italiano de Madrid vivirá uno de los momentos más especiales será la entrega del Premio a Toda una carrera al actor y director Toni Servillo, premio que le será entregado hoy lunes en el Instituto Italiano de Cultura de Madrid de manos del Embajador de Italia, Pasquale Terracciano.

Las entradas para las proyecciones de cada día podrán retirarse en la taquilla del Cine Estudio CBA, media hora antes del inicio de la primera sesión del Festival. La entrada es gratuita hasta completar el aforo.

Castillos de Cartón: Tres son... un tostón

Marcos y Jose contemplan a Jaime, que dibuja un vaso de vino. Mientras traza una línea con su lápiz les alecciona: "Se pinta lo que se ve". "Lo importante es cómo lo ves", responde Jose.
"O no", reflexiona Marcos. "A lo mejor se trata de pintar lo que no se ve, de un estado de ánimo. Aunque no te des cuenta, al final todo son autorretratos".




Una vez más, una novela de Almudena Grandes cobra vida en la gran pantalla. Enrique Urbizu es el responsable de la adaptación de Castillos de Cartón que dirige Salvador García Ruiz. Como suele ser habitual en sus novelas, nos encontramos con una historia cargada de erotismo, casi exhibicionismo (quizá por ello sean tan recurrentes sus adaptaciones en un cine español tan gustoso de desnudos y sexo), en la que tres estudiantes de arte comparten experiencias, sentimientos y cama.

Las adaptaciones no dejan de ser interpretaciones, no son meras transcripciones del texto literario al texto fílmico, por el camino se tienen que quedar y se quedan detalles, matices, personajes e, incluso, tramas paralelas. Sin embargo, en este caso, los entusiastas del libro han quedado decepcionados por el agravio que ha supuesto la modificación de la estructura de la historia. El detonante de la trama de Grandes era una llamada telefónica en la que comunicaban a la protagonista el suicidio de uno de sus amigos, lo que la llevaba a recordar sus años de facultad. En el film esto se obvia por completo, perdiendo gran parte de la fuerza que tenía la historia original, convirtiéndola en una historia lineal y más pobre.

Jose (Adriana Ugarte), Marcos (Nilo Mur) y Jaime (Biel Durán), son los tres protagonistas omnipresentes de esta historia. Estos tres estudiantes de Bellas Artes convierten el típico triángulo amoroso en un no tan típico trío sexual y sentimental. Estos emprenden caminos paralelos de aprendizaje artístico y vital, que les enseña que cada uno debe conocer su talento pero también sus limitaciones.

El ritmo de la película parece contagiado por el estado anímico de sus personajes. Así, lo que comienza siendo entretenido, acaba convirtiéndose en pesado y lento, con un clímax que pretende ser profundo y emotivo pero que resulta interminable.

Es destacable la actuación de los tres jóvenes protagonistas, que consiguen transmitir naturalidad y frescura, a pesar de la dificultad añadida que supone para todos los actores aparecer, gran parte del tiempo, desnudos frente a la cámara.

De vez en cuando el cine español nos sorprende con el descubrimiento de intérpretes con un magnetismo especial. Si hace unos años fueron actrices como Marta Etura o Verónica Echegui las que nos cautivaron, esta vez Salvador García Ruiz ha tenido el acierto y la suerte de contar con Adriana Ugarte, a la que hemos podido ver el la serie de TVE La Señora, y que promete tener un papel importante en nuestro cine.

En cualquier caso, parece que el público español ya se ha cansado de ver tetas y culos y ahora exige algo más. Salas vacías y ni rastro de Castillos de Cartón en las listas de más taquilleras. Y, como comentaba Antonio Hernández en declaraciones a La Penúltima, no se puede decir que este sea un mal momento para el cine nacional ahora que dos películas españolas, Celda 211 y Ágora, ocupan los dos primeros puestos de la taquilla.

"El cine español nunca ha estado mejor”

Antonio Hernández nació en Peñaranda de Bracamonte hace 56 años. Encontró pronto su vocación de cineasta, estudió Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid y con 26 años dirigió su primer largo con actores de la talla de Héctor Alterio y José Luis López Vázquez. Pero el reconocimiento le llegó con su película, En la Ciudad sin Límites por la que obtuvo el Goya al mejor guión.
En treinta años de carrera ha tenido tiempo para arruinarse, para triunfar, para dirigir superproducciones como Los Borgia, para experimentar con Gran Marciano

Guionista, director, actor… ¿Qué te gusta más?
Yo creo que soy mejor director que guionista y mejor actor que director. Pero la vida me ha llevado a que la gente valore mucho mis guiones, me valore mucho como director, y no les guste nada como actor. La vida tiene un peso que te acaba colocando donde te tiene que colocar.

¿Y como productor?
Me dí cuenta que para hacer cine hay que tener la misma imaginación como productor que como director.
Lo importante es tener un guión que cuando se lo des a los actores tengan la sensación de que es una oportunidad.

Has pasado por todos los formatos. ¿Cual prefieres para rodar?
La verdad es que he rodado en digital, he rodado con 36 cámaras Gran Marciano, he rodado en televisión, he actuado en teatro… qué más da el formato, si lo importante es comunicar y llegar a la gente. Incluso creo que hay un cine que se podría hacer con el teléfono, un género.

¿Crees en Internet como en una nueva ventana de explotación para tus películas o como una amenaza?
Internet es la ventana del futuro. Si Godard, Fellini o Eisenstein hubieran nacido ahora, se habrían dedicado a las nuevas tecnologías.

Echando un vistazo a tus películas vemos que destacan sus repartos, siempre trabajando con grandes actores. No sé si influirá tu vocación frustrada como actor, pero parece que le das especial importancia a la interpretación.
Se nota, ¿no? Hay que buscar una garantía. Por eso ya estaba Carmen Maura en Lisboa, ya estaba Fernando Fernán Gómez en Apaga y vámonos, ya estaban Héctor Alterio, José Luis López Vázquez, Miguel Narros en F.E.N., en la primera. Realmente creo que un porcentaje enorme del éxito de la película y no hablo de de taquilla sino del éxito cinematográfico por decirlo resumido.
Yo hago películas de personajes.

¿Escribes pensando en el actor?
Depende, hay películas que sí y películas que no.
La mayor parte del público sigue diciendo que va a ver una peli de Leo Sbaraglia o de Fernando Fernán Gómez, y no una película de Antonio Hernández.

En la ciudad sin límites, más allá de las intrigas familiares y políticas, es una película sobre la relación entre un padre y un hijo, de hecho está dedicada a tu padre. ¿Hasta qué punto influyó este en tu carrera?
El estaba muy lejos de ese mundo. Pero bueno, el veía que a su hijo le aplaudían y él estaba orgulloso de eso
El homenaje que le hago, podía no habérselo hecho. Fue una cosa que estaba más en las relaciones de los padres y los hijos que conozco que en la mía.

Cambiamos de tercio. ¿Cómo ves la situación del cine español en general?
Nunca ha estado mejor.

Pero ha habido gran descenso de espectadores de las películas españolas.
Sí, pero ahora sé que mis películas acabarán pasando por televisión. Y cuando se pasan por televisión la ven entre 300 mil y 4 millones de personas. Cuando yo empecé sólo se llevaban al cine, y si la veían 150 mil, estábamos encantados. ¡Ahora tenemos éxito todos!

Entonces ¿por qué tanta queja?
Ya no se acuerda la gente de lo que era el cine español. Yo creo que ha habido un momento de engreimiento incluso.
El cine español siempre ha ido mal, siempre. Cuando yo empecé, estrenaba en la gran vía Paco Martínez Soria, y diez años después Pajares y Esteso, ese era el cine español. Había algún francotirador por ahí, Borau, Saura… tres personas.
Ahora hacemos más cine, tenemos más subvenciones, estamos más protegidos y tenemos una proyección internacional superior.

Pero siguen dominando dos tipos de películas: el drama social más duro y las españoladas cercanas al landismo, como Torrente.
Efectivamente. Torrente es lo que queda del landismo. Pero fíjate, Santiago Segura es un tipo que trabaja en las películas de Tarantino y en las de Robert Rodríguez, sale por ahí, sucio, irreverente, pero algo pone en tela de juicio.
Por otro lado está El orfanato, Rec, Siete mesas de billar francés o Mataharis, hace unos años Solas, En la ciudad sin límites… Bueno, no está mal.

El Halcón Maltés: Puro cine negro

Pocas veces en la historia del cine hemos visto a partir de una sola película el nacimiento de tantos mitos como sucede en El Halcón Maltés. Por un lado supuso el comienzo de la carrera como director del hasta entonces guionista John Huston. Por otro, la consagración de Humphrey Bogart como personaje protagonista e icono cinematográfico. Y por último, el comienzo de un género cinematográfico tan importante como es el cine negro.




El Halcón Maltés (1941) es la adaptación de la novela homónima del gran referente de la novela negra, Dashiell Hammett. El mismo Hammett vio como su prestigio y su fama crecían vertiginosamente tras el estreno del film. La obra, publicada en 1930, había sido llevada a la gran pantalla en dos ocasiones con escaso éxito. Huston hizo valer una cláusula del contrafoque tenía con la Warner como guionista, que le otorgaba la posibilidad de dirigir una película, y decidió jugársela con la adaptación de Hammett.


Por su parte, Humphrey Bogart obtuvo el papel tras la renuncia de Geroge Raft, la gran estrella del momento, al considerar este que se trataba de una película menor. Hasta la fecha Bogart se había perdido en papeles secundarios de gángster o matón, y sólo empezaba a despuntar tras el éxito de El último refugio. Sin embargo, su caracterización como Sam Spade, el cínico y mujeriego detective privado, supuso un punto de inflexión en su carrera y en la historio del cine. Había encarnado a la perfección el prototipo de tipo duro (hardboiled), el perfecto antihéroe, que se venía perfilando en las novelas y revistas de la época, como Black Mask.


El film tiene todos los elementos que caracterizarían al género negro, algunos por influencia expresionista, otros por la neorrealista… Nos encontramos con un paisaje de jungla urbana, iluminación realista, fuertes contrastes de luces y sombras, angulaciones bajas de cámara, para mostrarnos las intrigas en torno a una serie de asesinatos que relacionados con una figurilla de gran valor histórico, El Halcón Maltés.


El reparto de lujo no sólo se queda en el protagonista. Mary Astor interpreta de manera soberbia a Brigit O´Shaughnessy, imprescindible ejemplo la mujer fatal, paradigma del género, y Peter Lorre no se queda atrás dando vida al amanerado gángster Joel Cairo. A estos hay que añadir el deslumbrante debut de Sydney Greenstrret como el gran Kasper Gutman.


Se mire por donde se mire, una película imprescindible, que hoy en día sigue considerándose una de las mejores de la historia.